Uno de los mitos históricos que con más insistencia repiten algunos, en especial la extrema izquierda, es la supuesta existencia de un “genocidio” perpetrado por España en América.
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La definición de genocidio de la Corte Penal Internacional
Ciertamente, la conquista y evangelización de América tuvo sus luces y sus sombras, pero la realidad histórica dista mucho de la famosa “leyenda negra” creada por británicos y holandeses y hoy promovida por ultraizquierdistas. Los hechos históricos dejan claro que no se puede hablar, ni remotamente, de un genocidio español en América, y cuando digo “genocidio” me refiero a la definición del mismo que hacen el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional en su Art. 6:
A los efectos del presente Estatuto, se entenderá por “genocidio” cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.
Las leyes españolas protegiendo a los indígenas
La ultraizquierda sostiene hoy que España se propuso aniquilar a los indios, una afirmación absurda. Recordemos que en 1512, ante las primeras noticias de maltratos a los indios, el Rey Fernando II firmó las Leyes de Burgos que consideraban “hombres libres” a los indios y la obligación de pagarles un salario justo por su trabajo. En 1542 el Emperador Carlos V dictó las Leyes Nuevas, que prohibían expresamente someter a los indios a esclavitud y a trabajos forzosos. A esto hay que añadir que entre la población española y los indios hubo un gran mestizaje, incluso entre los nobles. Por el contrario, en la Norteamérica británica el mestizaje entre colonos e indios fue casi inexistente, y a los indígenas se les arrebataron sus tierras y se les confinó en reservas, cosa que no ocurrió en la América española.
España fundó en América 23 universidades abiertas a los indígenas
La labor educativa de España en el Nuevo Mundo fue notable. En 1533 los españoles fundaron el Colegio de la Santa Cruz en Tlatelolco, en Nueva España (actual México), que fue la primera institución de educación superior de toda América, y en 1538 se fundó la primera universidad de América, en Santo Domingo. Tengamos en cuenta que hay países europeos que tardaron más tiempo en tener universidades. Y eso fue solo el comienzo. España fundó 23 universidades en América, abiertas a personas de todas las razas. Por el contrario, en la Norteamérica británica no hubo ningún centro de enseñanza superior hasta el Harvard College en 1636 (para entonces la América hispana ya contaba con 13 universidades), convertido en universidad en 1780 y en el que no pudieron cursar estudios alumnos no blancos hasta bien entrado el siglo XIX. Portugal fundó la primera universidad de Brasil en 1808.
Dos lenguas indígenas que alcanzaron su máxima expansión bajo el Imperio español
Otro aspecto a destacar es el lingüístico. Aunque la Corona recomendó educar a los indios en español para facilitar el entendimiento con ellos, dada la multitud de lenguas amerindias que había, la labor misionera y educativa de España en América se tradujo en la conservación de lenguas precolombinas. En 1580 el Rey Felipe II ordenó la creación de cátedras para lenguas indígenas en las universidades de Lima y México y en las ciudades con Real Audiencia. Dos lenguas surgidas en el siglo V D.C., el náhuatl, idioma del Imperio azteca, y el quechua, idioma del Imperio inca, alcanzaron de hecho su mayor expansión durante el Imperio español, gracias a los misioneros. Hay que tener en cuenta, además, que en las universidades de la América española se impartían el latín muchas de las asignaturas, además de enseñarse otras lenguas. Obviamente, el español acabó siendo el idioma más hablado por ser la lengua vehicular del Imperio y porque las lenguas precolombinas acabaron transcribiéndose con el alfabeto español. Hoy Hispanoamérica tiene una lengua común en la que se entienden entre sí más de 400 millones de personas, pero a la vez se han conservado lenguas precolombinas. Hay que tener en cuenta que le primera imprenta de la América española se instaló en México en 1535. Ya desde el siglo XVI se imprimieron diversas obras en lenguas indígenas (náhuatl, quechua, aymara, puquina…), que figuran entre los textos más antiguos en esas lenguas.
Las epidemias y el desastre demográfico de Hispanoamérica
Los datos que acabo de exponer echan por tierra la tesis de que España se propuso la aniquilación de los indios precolombinos. Por supuesto, sí que hubo muertes. Los españoles combatieron contra algunos pueblos indígenas, como el Imperio azteca, contando como aliados con otros indígenas, como los totonacas y los tlaxcaltecas, enemigos de los aztecas y que siempre mantuvieron una buena relación con los conquistadores. Gracias a esas alianzas con pueblos indígenas los españoles, muy inferiores en número (en 1700 no eran más de 250.000 en toda la América española), lograron dominar un territorio enorme en mucho menos tiempo del que le llevó a los británicos controlar Norteamérica en 200 años con mucha más gente. No obstante, las plagas provocaron un desastre demográfico en la América española, causando el 95% de las muertes de ese periodo. No fue, de ninguna forma, un hecho provocado por los conquistadores, que a menudo se vieron sorprendidos por la enorme mortandad de los indígenas a causa de las enfermedades traídas por los españoles. Esa mortandad se debió a que el sistema inmune de los indígenas estaba más indefenso frente a ciertas enfermedades (viruela, gripe, sarampión, la peste bubónica, la difteria, el tifus o la escarlatina) que ya había asolado Europa siglos atrás, haciendo relativamente inmune a su población. El aislamiento geográfico de los indios provocó que se viesen diezmados por enfermedades sin efectos letales para los europeos.
Torre de calaveras en Tenochtitlán, con los restos de hombres, mujeres y niños víctimas de los sacrificios humanos en el Imperio azteca
Salen a la luz las pruebas del genocidio perpetrado por los aztecas
Algunos intentan presentar esto como un “genocidio”, y lo hacen tergiversando por completo la definición del mismo y hasta culpando a Dios de haberlo cometido. Muestra de ello es un artículo publicado por la revista ultraizquierdista argentina Página 12 en 2010, afirmando que esas enfermedades fueron “un dardo envenenado asociado a la cruz y la espada. Una ayudita que el pequeño dios europeo, insigne en su maldad, les daba a sus sicarios.“ Presentar esas plagas como obra de un “dios europeo” que quería ayudar a los españoles a exterminar a los indios es un ejemplo claro de fanatismo ideológico llevado a los extremos más ridículos. En esos mismos círculos se echa de menos una visión más crítica sobre lo que hacían ciertos pueblos amerindios. Hace unos meses fueron descubiertas una torre de cráneos en Tenochtitlán, un monstruoso monumento azteca del que ya dio testimonio Andrés de Tapia, acompañante de Hernán Cortés, en 1521. Muchos tacharon aquel testimonio como una mentira para justificar la lucha de los conquistadores contra los aztecas, pero al final la arqueología ha demostrado que era cierto.
Hasta 100.000 sacrificios humanos al año en el Imperio azteca
En una carta fechada en 1524, Fray Juan de Zumarraga, primer Obispo de México, señalaba que en Tenochtitlán sacrificaban a sus ídolos a más de 20.000 personas cada año y a más de 72.000 en todo el Imperio azteca, entre ellos 20.000 niños. El historiador mexicano Mariano Cuevas (1879-1949) cifró esos sacrificios en 20.000 anuales en Tenochtitlán, y señaló que “nos quedamos cortos” si ciframos en 100.000 sacrificios anuales los perpetrados en todo el Anáhuac, nombre dado por los aztecas al territorio que ocupada su imperio. Así mismo, en el primer volumen de su “Historia de la iglesia en Mexico”, Cuevas señalaba: “En las vigas y gradas de Mixcoatl, edificio del templo mayor de México, contaron Andrés de Tapia y Gonzalo de Umbría 136.000 calaveras de indios sacrificados.” En la misma obra señala que “los méxicas y vecinos aliados vivían en continuas guerras con otros pueblos guerreros, guerras que tenían por exclusivo objeto el cautivar el mayor número posible de sus contrarios para después sacrificarlos.”
En su película “Apocalypto” (2006), Mel Gibson escenificó los sacrificios humanos en el Imperio maya
Unas monstruosas prácticas que también hacían otros pueblos precolombinos
Mariano Cuevas señala que los aztecas mezclaban los sacrificios humanos de cautivos y esclavos con las prácticas de canibalismo con los cadáveres de los asesinados, después de extraerles el corazón y decapitarles. Era una auténtica orgía de sangre. El historiador mexicano relata la narración de un sacrificio hecho en 1487 -décadas antes de la conquista de México por los españoles- en un manuscrito azteca, que relata una ceremonia pagana en la que durante cuatro días, “desde la mañana hasta la puesta del sol”, fueron sacrificados “ochenta mil y cuatro cientos hombres de diversas provincias y ciudades”. Cuevas explica que los aztecas no eran los únicos que cometían estas horrendas prácticas. Entre los pueblos amerindios que también hacían sacrificios humanos cita a los tarascos, los mayas, los zapotecas y los matlacingas. Hoy sabemos, por los estudios arqueológicos, que también cometían estas monstruosidades los incas, los olmecas, los teotihuacanos, los toltecas, los totonacas, los mochicas y los muiscas.
En 1521 los españoles pusieron fin a esas prácticas genocidas, asociadas a las religiones paganas precolombinas. La evangelización de América hizo que los indios asumiesen una nueva forma de pensar en la que todos los hombres eran hijos de Dios y por tanto hermanos. Sin embargo, hoy la ultraizquierda y ciertos movimientos indigenistas asociados a ella intentan blanquear a los autores de esas monstruosidades, tapando esos sacrificios humanos y presentando a sus perpetradores como heroicos miembros de una resistencia contra el imperialismo español y contra la Iglesia Católica. Una propaganda basada en una burda falsificación de la historia.
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